Submarinos nucleares para Corea del Sur: ¿autorización estratégica o extracción simbólica?

Referencias: AP News, AP News – Latest, Reuters, KBS World, Maeil Business Korea, Agenzia Nova.

Resumen ejecutivo

El 29 de octubre de 2025, Donald Trump anunció que Estados Unidos autoriza a Corea del Sur a construir un submarino de propulsión nuclear, como parte de un acuerdo económico más amplio que incluye la reducción de aranceles (del 25% al 15%), compras de GNL a EE.UU. y un compromiso de inversión surcoreano de 350.000 millones de dólares. El presidente Lee Jae-myung solicitó la aprobación de EE.UU. para acceder a combustible nuclear naval y para flexibilizar las restricciones sobre el reprocesamiento de combustible, subrayando que Corea del Sur no busca submarinos con armas nucleares, sino embarcaciones convencionalmente armadas impulsadas por energía nuclear.
Esto marca una ruptura histórica con la política estadounidense de no proliferación, con consecuencias militares, geoeconómicas y simbólicas en todo el Indo-Pacífico.

Cinco Leyes de la Integridad Epistémica

Veracidad de la información
Confirmado por múltiples medios internacionales (AP, Reuters, KBS, Maeil). Trump utilizó explícitamente la palabra “aprobación”, aunque no proporcionó plazos ni un marco técnico detallado.
Veracidad: Alta, pero arraigada en un encuadre político más que en compromisos técnicos concretos.

Referencias de las fuentes
Contrastado entre agencias occidentales (AP, Reuters), medios surcoreanos (KBS, Maeil) e informes europeos (Agenzia Nova).
Referencias: Sólidas.

Fiabilidad y precisión
Los detalles técnicos (combustible, astillero de Filadelfia, rol de la construcción surcoreana) permanecen vagos.
Fiabilidad: Moderada, con riesgo de exagerar las implicaciones prácticas.

Juicio contextual
La decisión está incrustada en un paquete mayor de extracción geoeconómica (aranceles, GNL, transferencia de capital industrial).
Juicio: Requiere cautela; probablemente sea más una concesión simbólica a cambio de compromisos económicos.

Rastreabilidad de la inferencia
Camino de inferencia claro desde las declaraciones de Trump y Lee hacia implicaciones estratégicas (autonomía naval, confrontación con China, tensiones con el TNP).
Rastreabilidad: Alta.

Opinión BBIU

El acuerdo anunciado entre Estados Unidos y Corea del Sur sobre submarinos no es un “ganar–ganar” bilateral, sino una extracción estructurada de soberanía industrial y nuclear.

Para Washington, la ecuación es directa: mantener la construcción anclada en Filadelfia, asegurar empleos y contratos a largo plazo para la base industrial–defensiva de EE.UU., y encadenar a Seúl a un suministro controlado de combustible nuclear. Al controlar los derechos de enriquecimiento y el ciclo de reprocesamiento, EE.UU. transforma una “aprobación” puntual en un instrumento duradero de apalancamiento político.

Para Seúl, la tentación es clara: romper la dependencia de Westinghouse y de las barras de uranio importadas, valorizar el vasto combustible gastado ya acumulado y reclamar paridad frente a una Corea del Norte con armas nucleares. Sin embargo, la soberanía ganada es en gran medida simbólica, a menos que EE.UU. otorgue acceso real al enriquecimiento o al reprocesamiento, un paso que inmediatamente dispararía alarmas de no proliferación.

China y Corea del Norte no pasarán por alto la señal. Pekín interpretará esto como un cerco naval al estilo AUKUS, mientras que Pyongyang aprovechará la narrativa para justificar una mayor producción de ojivas y pruebas de misiles. El resultado estructural es un distanciamiento estratégico entre Seúl y Pekín, que es precisamente lo que busca Washington: convertir a Corea del Sur en un satélite naval–industrial comprometido, mientras extrae en paralelo 350.000 millones de dólares en concesiones económicas.

El riesgo real para Corea radica en aceptar una “soberanía prestada”: un casco de submarino nuclear con un corazón de propulsión permanentemente encadenado a las líneas de suministro estadounidenses. Sin cláusulas explícitas de autonomía progresiva, I+D en LEU y disposiciones transparentes con la OIEA, el acuerdo ata a Corea del Sur a la dependencia al tiempo que la expone a una escalada regional.

Línea final de BBIU: Esto no es un regalo de tecnología, sino un amarre industrial cuidadosamente diseñado. Corea del Sur podrá exhibir el submarino nuclear como símbolo de fuerza, pero mientras no asegure y salvaguarde los derechos de enriquecimiento, seguirá siendo un instrumento de influencia estadounidense más que una expresión de independencia coreana.

Anexo 1 — HEU vs. LEU: Definiciones y comparación técnica

El combustible de uranio existe en diferentes grados según la cantidad del isótopo fisible uranio-235 que contiene. Este nivel de enriquecimiento determina si el material cae en la categoría de uranio altamente enriquecido (HEU) o uranio de bajo enriquecimiento (LEU). La diferencia no es solo numérica. Define si un programa nuclear se percibe como civil y relativamente seguro, o como militar y potencialmente desestabilizador.

El uranio altamente enriquecido significa uranio refinado para contener más del veinte por ciento de uranio-235. En la práctica, la mayoría de las aplicaciones para submarinos o armas superan con creces ese umbral, alcanzando el noventa por ciento o más. La ventaja es una densidad de energía enorme. Un reactor de submarino hecho con HEU puede operar silenciosa y continuamente durante décadas sin necesidad de reabastecimiento. Por esta razón, Estados Unidos, Reino Unido, Rusia e India han dependido del HEU para sus armadas. El riesgo es igualmente evidente. Una vez que un país puede producir u obtener HEU, también posee material que puede transformarse directamente en bombas nucleares. Por ello, el HEU se trata en todo el mundo como el combustible nuclear más sensible y controlado.

El uranio de bajo enriquecimiento se refiere a uranio que contiene menos del veinte por ciento de uranio-235. El rango normal para plantas de energía civil es entre tres y cinco por ciento. Este es el grado de combustible utilizado por prácticamente todas las centrales nucleares del mundo. El LEU también puede usarse en propulsión naval, como lo ha demostrado Francia, pero requiere reactores más grandes y reabastecimientos más frecuentes, típicamente cada siete a diez años. La ventaja del LEU es que resulta mucho más difícil de desviar hacia armas. Los inspectores internacionales pueden vigilarlo con relativa facilidad, y un estado que opera submarinos basados en LEU señala al mundo que busca propulsión, no armas nucleares.

En resumen, el HEU es un atajo hacia la máxima autonomía operativa, pero con la máxima sospecha política. El LEU es más seguro a ojos de la comunidad internacional, pero exige mayor ingenio técnico y planificación logística para ofrecer el mismo rendimiento.

Anexo 2 — Ejemplos por país: cómo se usan el HEU y el LEU en la práctica

La mejor forma de comprender los dilemas del enriquecimiento es ver cómo las naciones han elegido entre HEU y LEU en la realidad. Cada decisión refleja no solo ingeniería, sino también estrategia, política e identidad nacional.

Estados Unidos y Reino Unido son los ejemplos más puros del camino del HEU. Todos sus submarinos y portaaviones se impulsan con núcleos altamente enriquecidos que duran toda la vida útil del buque. Esto les ha dado un alcance y un sigilo inigualables, ya que sus embarcaciones pueden operar sumergidas durante un cuarto de siglo sin salir a reabastecerse. También los ha encadenado a un régimen de secreto y control, donde cada núcleo se custodia con el mismo rigor que las armas nucleares.

Rusia siguió la misma lógica, pero la extendió a aplicaciones civiles como los rompehielos nucleares. Para Moscú, tanto el teatro ártico como el pacífico requerían embarcaciones capaces de navegar indefinidamente sin apoyo logístico. Al construir su propio ciclo de HEU, la Unión Soviética y luego Rusia hicieron de la autonomía un activo estratégico.

La decisión de India fue más política que técnica. Cuando construyó los submarinos de la clase Arihant, eligió confiar en HEU producido localmente. El costo de levantar capacidad de enriquecimiento fue inmenso, pero para India el simbolismo era más importante. Al producir HEU por sí misma, India demostró que podía desplegar una disuasión nuclear creíble en el mar sin depender de proveedores externos.

Francia eligió deliberadamente la dirección contraria. Sus submarinos de la clase Barracuda utilizan LEU, lo que requiere reabastecimientos periódicos pero mantiene al país alineado con las normas de no proliferación. Para París, la legitimidad diplomática del LEU superó el costo operativo de cambios más frecuentes de núcleo. Francia sigue siendo la única gran potencia nuclear que utiliza exclusivamente LEU en su flota submarina.

China ha experimentado con ambos enfoques. Algunos de sus diseños tempranos habrían dependido de HEU, pero en su discurso oficial Pekín enfatiza el LEU como forma de desviar críticas. En la práctica, China parece explorar modelos híbridos que ofrezcan autonomía sin despertar el mismo nivel de alarma que causa el HEU.

La energía nuclear civil en todo el mundo se basa casi enteramente en LEU. Desde Corea del Sur hasta Japón, Alemania y Estados Unidos, las plantas de energía funcionan con combustible enriquecido solo a unos pocos puntos porcentuales. Esta universalidad convierte al LEU en la “moneda” de la energía nuclear civil, y por extensión en el estándar contra el cual se juzgan los programas navales.

El panorama global queda así dividido. Los estados nucleares tradicionales utilizan HEU para maximizar su autonomía. Francia y algunos otros enfatizan el LEU para preservar la credibilidad política. Nuevos actores como India —y potencialmente Corea del Sur— enfrentan directamente el dilema: el HEU ofrece autonomía sin rival pero atrae sospechas, mientras que el LEU tranquiliza al mundo pero impone mayores costos.

Anexo 3 — Marco internacional de control: TNP, OIEA y acuerdos bilaterales

El debate técnico sobre el enriquecimiento de uranio no puede separarse del marco legal y político que lo regula. Desde finales de los años sesenta, el mundo ha construido un sistema escalonado de tratados y agencias para evitar la proliferación nuclear al tiempo que permite la energía nuclear pacífica.

La base es el Tratado de No Proliferación Nuclear, firmado en 1968. El TNP divide al mundo entre estados poseedores de armas nucleares y estados no poseedores. Estos últimos no tienen prohibido enriquecer uranio ni reprocesar combustible gastado, pero deben aceptar la supervisión internacional. El Organismo Internacional de Energía Atómica fue creado como vigilante, con autoridad para inspeccionar instalaciones, monitorear materiales y asegurar que no se produzcan desvíos hacia programas bélicos.

En la práctica, el enriquecimiento superior al veinte por ciento siempre se ha considerado terreno peligroso. El uranio a ese nivel se clasifica como “material sensible”, porque puede convertirse en combustible para bombas con relativamente pocos pasos adicionales. Cualquier país que se acerque al HEU como estado no nuclear enfrenta presión diplomática inmediata, mayores exigencias de inspección y riesgo de sanciones.

El sistema de salvaguardias funciona de manera aceptable con el LEU, que puede medirse, rastrearse y contabilizarse en grandes volúmenes. Para el HEU se vuelve casi intrusivo: cámaras, precintos, inspectores in situ y monitoreo en tiempo real son necesarios, porque la diferencia entre un uso naval pacífico y una producción clandestina de armas es casi invisible desde fuera.

Más allá de los tratados globales, Estados Unidos ha tejido su propia red de acuerdos bilaterales, conocidos como “Acuerdos 123”, con países que compran tecnología nuclear estadounidense. El acuerdo con Corea del Sur, firmado en los años setenta y renovado en 2015, es particularmente estricto. Prohíbe a Seúl enriquecer uranio o reprocesar combustible gastado sin el consentimiento previo de Washington. Esto significa que, aunque Corea del Sur tenga capacidad técnica para intentarlo, no puede hacerlo sin romper su alianza con EE.UU.

Los precedentes en esta materia son controvertidos. Australia, bajo el pacto AUKUS, obtuvo acceso a submarinos con núcleos de HEU. Los expertos en no proliferación argumentaron que esto socavaba el espíritu del TNP, porque creaba una rendija para que estados no nucleares accedieran a combustible de grado armamentístico. Francia, en cambio, evitó la polémica al mantenerse en el LEU, demostrando que un estado avanzado podía construir submarinos nucleares sin recurrir al HEU. Japón ocupa una posición única: opera una de las plantas de reprocesamiento más grandes del mundo en Rokkasho, pero bajo constante supervisión de la OIEA y de EE.UU. Tokio es un estado no nuclear con capacidades que rozan las de las potencias nucleares, lo que lo convierte en el caso más escrutado del planeta.

La lección para Corea del Sur es clara. El sistema legal está diseñado para evitar precisamente lo que ahora podría buscar: autonomía en el enriquecimiento y el reprocesamiento de HEU. Sin autorización explícita de EE.UU. y una transparencia férrea con la OIEA, cualquier paso en esa dirección será visto como una violación de las reglas. Incluso si obtiene la aprobación, los costos políticos podrían ser severos, especialmente con China y Corea del Norte listos para interpretar el movimiento como militarización.

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